Que nuestras oraciones asciendan a Dios con toda humildad. Que confesemos y abandonemos nuestros pecados con corazones humildes y contritos por medio de la gracia que Cristo vino a impartir al mundo. El Señor comprende, porque todas las cosas secretas le son conocidas. Ninguna mala acción puede realizarse sin que Dios comprenda cada fase de la tentación… Alza tus ojos, p. 15