No es genuino ningún arrepentimiento que no obre una reforma. La justicia de Cristo no es un manto para cubrir pecados que no han sido confesados ni abandonados; es un principio de vida que transforma el carácter y rige la conducta. La santidad es integridad para con Dios; es la entrega total del corazón y la vida para que en ellos residan los principios del cielo.
El deseado de todas las gentes, p. 509.2