El que había sido uno con Dios, sintió en su alma la terrible separación que hace el pecado entre Dios y el
El Camino a Cristo, pg. 8
hombre. Esto arrancó de sus labios el angustioso clamor: “¡Dios mío! ¡Dios mío! ¿por qué me has desamparado?” (San Mateo 27: 46).